Ecología

¿En qué consiste el equilibrio ecológico?

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El compromiso que todos debemos adquirir para preservar el Planeta es hoy en día más una necesidad que una opción. Porque ya no estamos en el punto en el que sea suficiente con dejar que la naturaleza actúe por su cuenta. Sepamos o no en qué consiste el equilibrio ecológico, lo que está claro es que ya no basta para garantizar que la supervivencia del medioambiente tal y como lo conocemos.

El balance de la naturaleza no es otra cosa que el mecanismo de interrelaciones e interdependencia entre todas las formas de vida que, durante millones de años, ha permitido que la Tierra haya mantenido el nivel suficiente de estabilidad para seguir adelante. No es que se haya mantenido inmutable, ni mucho menos. Pero cada cambio, cada transformación, se ha compensado con otra que ha restablecido el nivel de equilibrio.

Nada hay más cierto la afirmación de que cada organismo, por minúsculo que sea, cumple un papel insustituible y único dentro de su respectivo ecosistema. ¿Y el hombre, qué papel interpreta en este escenario? En teoría, el mismo que todos los demás. Eso, si se hubiese limitado a interpretarlo sin interferir. Pero su actitud de superioridad y desafío, básicamente con la sobreexplotación de los recursos naturales, ha resultado nefasta para el equilibrio ecológico. ¡Aprendamos a convertir esa huella humana en beneficiosa!

¿A qué hace referencia el balance de la naturaleza?

La naturaleza no ha dejado de ser sabia, como argumentan quienes conocen sus eficientes mecanismos de funcionamiento, en los que cada elemento desempeña un papel imprescindible e igualmente influyente. Es que la acción del hombre en este tablero de juego, saltándose las reglas con las que todos jugaban, ha venido a interferir en el balance de la naturaleza.

Lo cierto es que, sobre todo desde la segunda mitad del siglo XX, cada vez resulta más difícil percibir ese contrapeso. El ritmo al que se están produciendo los cambios en los ecosistemas y la cantidad de especies que están desapareciendo han llevado a los expertos a dudar de la existencia del equilibrio ecológico, que se está sustituyendo por la llamada teoría del caos. Con esta expresión se alude a las alteraciones caóticas que se producen y sus consecuencias devastadoras en muchas ocasiones, sin que se vea una reacción correctora de la naturaleza.



Probablemente, la posición más razonable y, sobre todo, la más efectiva es la integradora. La que incluye argumentos de las dos posturas con el objetivo de que, en aquellos supuestos en los que la naturaleza no sea capaz de articular de manera espontánea el correctivo, sea la intervención humana la que actúe para restituir la armonía.

Porque lo que no se discute es que la desaparición continuada de la biodiversidad es crucial. Su consecuencia final es la desaparición del ser humano. La peligrosa situación en la que se encuentran especies como las abejas, las polinizadoras más importantes del planeta, o del plancton, que es el productor de la mitad del oxígeno que respiramos, están empezando a notarse… pero ni nos imaginamos lo destructivas que pueden llegar a ser.

Y, por desgracia, la cosa no se queda ahí. Los hongos, máximos recicladores de materia orgánica, o los murciélagos, los más eficaces exterminadores de insectos y sus nocivas plagas, están en la misma situación. Eso sólo por citar algunos casos del reino animal, pero que tienen su paralelo en el vegetal.

Sin caer en el catastrofismo, es tiempo de actuar. Una puesta en marcha del principio de acción-reacción, en el que el ser humano arrime el hombro para empujar en la misma dirección que la naturaleza. Una nueva forma de entender en qué consiste el equilibrio ecológico centrada en el objetivo de conseguir un entorno natural que resulte saludable atendiendo a unos criterios ambientales prefijados.

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