No debemos confundir la desertificación con la desertización. Aunque ambas terminan de la misma manera. En ambos casos, nos encontramos ante uno de los mayores problemas del ser humano. Pero, en este artículo, hablaremos de la pérdida de suelo fértil por actividades humanas, la desertificación. Este proceso, difícilmente reversible, puede evitarse y vamos a ver cómo.
Las cifras son escalofriantes; el 20 % de los terrenos secos están ya degradados, según un informe de Greenfacts.
Como siempre, la actividad humana sobre la tierra provoca muchas veces cambios en el suelo. Estos cambios pueden ser sutiles, como el sobrepastoreo, que provoca la erosión del suelo al eliminar la cubierta vegetal. También la sobreexplotación de los acuíferos que deja sin reservas de agua a las plantas. Otras veces, en cambio, son plenamente visibles. Por ejemplo, el caso de la tala masiva, los incendios forestales o algunos sistemas de irrigación poco eficientes y nada respetuosos con el medio.
En algunas regiones, los incendios se provocan para despejar suelo fértil para cultivos. En otros, para la utilización del suelo con otros fines comerciales. Por último, estarían los provocados sin un fin económico: colillas u hogueras mal apagadas, pirómanos, etc.
Ver más: ¿Cuáles son las consecuencias de los incendios forestales?
Sea cual sea la motivación, la destrucción de la vegetación gran escala puede tener efectos definitivos sobre el suelo. Una lluvia torrencial justo tras un incendio arrastrará las capas más superficiales de tierra, llevándose nutrientes y semillas.
Una vez el suelo pierde la capacidad de regenerar las plantas, por el motivo que sea, pasará a ser infértil. Si el problema se extiende puede modificar el clima en la región y acabar convertido en un desierto.
Llegados al punto de infertilidad del suelo para regenerar la vegetación autóctona, tampoco será posible cultivar. Existen grados para la desertificación en relación con el cultivo:
En algunos lugares donde se queman masas boscosas para cultivar la tierra este problema es recurrente. Quemas una porción de bosque que durante unos años producirá suficiente. Después apenas servirá para subsistencia. Finalmente, la producción se reducirá demasiado como para aprovechar el suelo y será necesario quemar una nueva porción de bosque. Por supuesto, la zona abandonada no volverá a ser parte del bosque.
Si es por causa de la pérdida masiva de árboles esto puede, además, incrementar la sequía en la zona. Sin un bosque que atraiga y absorba el agua de la lluvia pueden darse diferentes diferentes catástrofes naturales. Porque la falta de sujeción del suelo puede provocar corrimientos de tierra, inundaciones o torrentes.
Aunque se han probado numerosas formas de paliar el problema. Algunas de ellas son:
La más efectiva con diferencia es la reforestación. Sobre todo, porque evita que comience el desgaste de los suelos. Una vez replantados los árboles, servirán como cimientos del suelo para el crecimiento de la vegetación de menor tamaño.
Pero eso no cambia que se necesitan tierras de cultivo. Mal utilizadas, nos encontramos ante el problema expuesto sobre la pérdida de producción.
Es por eso que también existen medidas para conservar la producción. Además, en los últimos años se hace hincapié en que estas medidas sean sostenibles. Es por ello que se estudia el terreno para conocer qué cultivos son más adecuados. Se incentiva el policultivo (productos diferentes cada temporada) y el barbecho para que la tierra descanse.
También se evita el uso de fertilizantes artificiales en favor de compost natural. Sin embargo, esto no frena por completo el proceso. Se ha demostrado que lo mejor sigue siendo reforestar alrededor de la zona de cultivo.
Finalmente, la clave es poder encontrar el equilibrio entre lo que demandamos y la capacidad de la tierra. Por ello, una producción sostenible y verde puede ser una gran alternativa. Así mismo, desde muchas organizaciones, se insta a denunciar casos de corrupción que ponen en riesgo el medioambiente.
Fuentes consultadas: