Según un informe de la CEPAL, nuestros hábitos están alterando velozmente la mayor parte de los ecosistemas del planeta. El mayor inconveniente es que las especies, entre sí, dependen, en mayor o menor medida, unas de otras. Por ello, la pérdida de una especie puede acarrear la desaparición de otras muchas. En este sentido, vamos a concentrarnos en las causas y consecuencias de esta pérdida de biodiversidad.
Los motivos por los que se pierde biodiversidad son numerosos:
Con la tala de árboles, las especies autóctonas pierden su fuente de alimento. Entonces, los herbívoros las plantas que comen, y los depredadores su presa. También puede deberse a que los cambios en el clima eviten el crecimiento de ciertas plantas.
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No hace falta que el cambio climático altere el paisaje para que muchas especies desaparezcan. Hay microclimas que albergan especies únicas. Por ejemplo, una lluvia torrencial o una sequía pueden acabar con las especies que se concentran en esas pequeñas zonas.
Un simple cambio de temperatura puede acabar con ciertas especies animales. Los cocodrilos, por ejemplo, ponen huevos bajo tierra y el sexo de las crías depende de una variación de temperatura de unos pocos grados centígrados. Si la temperatura aumenta o disminuye demasiado, toda la descendencia será del mismo sexo, impidiendo la reproducción en el futuro.
Si bien la desaparición de una especie directamente por la caza no es común, puede suceder. A muchos nos viene a la mente el pájaro dodo.
Pero igual que ante la pérdida de hábitat, la caza puede afectar las presas de otros animales. Un ejemplo cercano en España pueden ser el lobo o el lince ibérico. Aparte de ser cazados, sus presas naturales han disminuido en número, causando que las poblaciones de estos animales se reduzcan hasta el punto de estar rozando la extinción.
El comercio y tráfico de animales y plantas ha llevado especies de un punto del planeta a otros con climas a los que una especie puede acomodarse. La ventaja de esta nueva especie, sea planta o animal, es que se encuentra en un nuevo medio, sin animales que se alimenten de ella. Su población aumenta y se apropia de los nutrientes que antes utilizaban las especies locales.
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Toda pérdida de una especie puede traer consecuencias claras, como pérdidas económicas. Sin embargo, no hay que quedarse en los cambios más obvios. Para que podamos medir el impacto veremos casos que pueden afectarnos de una u otra forma.
La desaparición de especies de anfibios que se alimentan de otros animales como moscas, mosquitos y pequeños insectos podría provocar un aumento de la cantidad de picaduras.
Aparte de alimento para animales, muchas plantas son productoras de medicamentos. Un ejemplo clásico es el ácido acetilsalicílico, utilizado desde la antigüedad haciendo «infusiones» de corteza de sauce. Hoy en día pedimos este ácido en las farmacias con el nombre de «aspirina».
Del mismo modo, hay plantas que cumplen funciones en el terreno que absorben el exceso de humedad; un proceso importante para evitar corrimientos de tierra.
Hay relaciones muy complejas entre el clima, las especies y, en última instancia, el ser humano. Somos la especie más extendida del planeta, por lo que sin darnos cuenta dependemos más que cualquier otro ser de la biodiversidad. Si no es por motivos altruistas, al menos que sea porque ciertos seres vivos hacen aportaciones de las que ni somos conscientes a nuestras vidas.