Aunque parezca que entran en seria contradicción, lo cierto es que existen ecosistemas que no son creación de la Naturaleza. Y no son pocos, ni tienen una connotación negativa de partida. Efectivamente, aciertas si al pensar en los ecosistemas artificiales que encontramos en el medioambiente, tu respuesta es que la acción del hombre es la que los origina.
Pueden llegar confundirse, pero hay que diferenciar entre los ecosistemas diseñados y establecidos por las personas de forma consciente y con intención, de los de origen natural que cambian como consecuencia de alguna intervención humana. Estos últimos se conocen como ecosistemas naturales modificados, en los que desaparecen especies animales o vegetales por causas ajenas la naturaleza.
Es fácil deducir que este tipo de ecosistemas modificados son los que realmente tienen sí o sí que preocuparnos. Los cambios que sufren son producto de la contaminación, de la tala de bosques, de la caza indiscriminada de determinados animales y actuaciones similares que traen consecuencias como la desertización o la aparición de plagas.
Sin embargo, la expansión de los ecosistemas artificiales de forma incontrolada y su concentración en determinadas áreas, también los han convertido en un problema para la supervivencia del Planeta, al menos tal y como lo conocemos. Se calcula que en los dos últimos siglos el casi el 30% de la superficie terrestre ha reemplazado sus ecosistemas naturales por los artificiales. De lo que se trata es conseguir que al menos su impacto ambiental sea mínimo.
Si la principal seña de identidad de los ecosistemas artificiales es que son creados por el ser humano, no es difícil desentrañar cuáles son sus características básicas:
Son muchos y muy diversos los ejemplos de ecosistemas artificiales. Los más antiguos son los campos de cultivo en sus diferentes modalidades. Por supuesto, no es igual de dañino un huerto ecológico que un cultivo agrícola industrial que usa fertilizantes y plaguicidas químicos. Pero, también es un ecosistema artificial una ciudad, un embalse o un invernadero.
Existen dos variantes dentro de los ecosistemas inducidos o humanizados, como también se les denomina:
Analizar en qué consisten los ecosistemas artificiales nos conduce a una clara conclusión: son necesarios pero se deben acometer medidas para controlar sus efectos sobre el medioambiente.