La capa de ozono, situada en la estratosfera, a entre 15.000 y 60.000 metros de altitud, tiene una doble función. Por una parte, hace de barrera para la dañina radiación ultravioleta UV-B y por otra permite que pase la radiación UV-A, indispensable para que haya vida en la Tierra. Sin embargo, el desarrollo y la actividad humana han provocado un gran deterioro en la capa de ozono, el famoso y temido “agujero”, cuyas consecuencias empiezan a notarse. Sus efectos a medio y largo plazo serán demoledores.
El efecto más destacado de este agujero es el aumento de la radiación ultravioleta UV-B que llega a la Tierra, perjudicial para la vida en el planeta, tanto humana como animal o vegetal. En el caso de las personas los problemas apuntan a un aumento del cáncer de piel, de los casos de cataratas oculares y un debilitamiento del sistema inmunitario. De hecho, una de las causas del aumento de casos de cáncer de piel actualmente es el incremento de la radiación UV-B; y aunque son cánceres no-melanoma, se estima que los melanomas -los más graves- también aumentarán.
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Respecto a los problemas inmunológicos, se sabe que la radiación ultravioleta reduce la efectividad del sistema inmunológico de las personas. Hablamos de las defensas con las que contamos para hacer frente a las infecciones, que dependen directamente de la fortaleza de este sistema. En este escenario, es probable que la exposición continuada a una mayor cantidad de radiación UV-B hará que el cuerpo tolere la enfermedad en vez de combatirla, lo que entre otras cosas haría estériles los problemas de vacunación.
Si nos vamos a los ecosistemas terrestres, vemos que el aumento de cáncer de piel no es exclusivo de los humanos, animales como cabras, vacas, ovejas, gatos o perros también tendrán más opciones de padecer un cáncer de este tipo. En cuanto a las plantas, la radiación UV-B puede alterar su forma y patrones de crecimiento o floración. Por ejemplo, los árboles crecerán menos y habrá plantas que produzcan sustancias tóxicas. Cultivos como el arroz o la soja sufrirán estos cambios, que acabarán con parte de la biodiversidad actual.
Tampoco podemos perder de vista los ecosistemas marinos, ya que el aumento de la radiación UV-B está acompañado de la pérdida de fitoplacton, punto de partida de la cadena alimentaria marina. Un 30% de las proteínas que consumimos las personas procede del mar -el porcentaje es incluso superior en países subdesarrollados-, así que la pérdida de fitoplacton y la consecuente disminución de la población de peces afectarán directa y seriamente a la alimentación humana.
Las muchas señales de alarma emitidas desde hace años han permitido tomar consciencia del gran riesgo que supone para la vida humana el deterioro de la capa de ozono. Aún así, la situación está lejos de ser la ideal aunque es cierto que en los últimos años se ha estancado su destrucción, y el agujero de la capa de ozono está estable. Eso no es razón para confiarse, ya que la situación corre el riesgo de revertirse en cualquier momento.
Un factor a tener en cuenta es que parte de la recuperación del ozono se debe paradójicamente al cambio climático, ya que el aumento de la temperatura en la superficie de la Tierra está unido un enfriamiento en las capas altas de la atmósfera como la estratosfera, lo que produce una fuerte aceleración de la corriente de aire caliente que va del Ecuador a los polos. El ozono necesita unas condiciones de presión y temperatura muy específicas para existir, pero los expertos apuntan a que será imposible volver a los niveles iniciales.