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Uno de los combustibles alternativos más conocidos es el bioetanol. Se trata de un combustible que se obtiene a través de la fermentación de una materia orgánica y una biomasa rica en hidratos de carbono -azúcares-, y que tiene un sinfín de utilidades, tanto en el ámbito doméstico como en la industria. A pesar de emitir menos dióxido de carbono que los combustibles derivados del petróleo, tiene el hándicap de que para su producción es necesaria bastante energía, y por sus características puede favorecer el aumento del precio de los alimentos y la deforestación.
Este posible impacto en el precio de los alimentos y la deforestación se debe a los productos que se utilizan como materia orgánica: cereales, alimentos ricos en almidón o cultivos de azúcar, como la caña de azúcar. Eso sí, algunas de estas materias primas también generan subproductos utilizados en la industria alimentaria o energética. Una vez producida la fermentación microbiana de los azúcares que contiene la materia orgánica, se destila el producto, lo que da lugar a un alcohol hidratado que se puede utilizar como combustible.
Las funciones del bioetanol son similares a las de los combustibles fósiles, ya que lo utilizamos tanto en el transporte como en la generación de energía eléctrica o calorífica. Por ejemplo, en el caso del transporte el bioetanol es una alternativa a la gasolina o el diésel, aunque generalmente se combinan. Una de sus características es el elevado octanaje que tiene, razón por la que se utiliza para aumentar el octanaje de la gasolina. En países como Brasil, gran productor de bioetanol, su uso como combustible está muy extendido.
Si nos fijamos en la generación de energía, vemos que las calderas de bioetanol están compuestas por el espacio donde se lleva a cabo la combustión y un circuito que, al calentarse, hace girar una turbina que produce electricidad. Es un funcionamiento prácticamente idéntico al de las centrales de combustión que utilizan otras materias primas, ya sean renovables (biomasa) o no (gas natural, carbón, derivados del petróleo).
Sin lugar a dudas, la gran ventaja del bioetanol es que se trata de una fuente de energía renovable y limpia, menos contaminante que los combustibles fósiles. De hecho, su gran auge, especialmente en países emergentes como Brasil o Colombia, es paralelo a la regulación a nivel internacional de las emisiones de dióxido de carbono ya que estas son menores en comparación con otros combustibles derivados del petróleo. Una buena gestión de la materia orgánica nos permite contar con suficiente combustible para la producción de bioetanol.
Otra de las ventajas del bioetanol son las posibilidades que ofrece a los agricultores de estos países, ya que no son pocos los lugares donde se ha apostado por la producción de alimentos dedicados en exclusiva a la fabricación de bioetanol. Eso puede causar ciertos desajustes en el mercado mundial de la alimentación, pero supone una oportunidad de desarrollo de las regiones agrícolas. También se pueden utilizar los restos de la silvicultura o de los cereales destinados a la alimentación como fuente para la producción de bioetanol.
A pesar de ser una energía renovable, como hemos visto el uso del bioetanol está rodeado de cierta controversia, generalmente relacionada con su producción. Ya hemos dicho que al utilizar materia orgánica procedente de alimentos para la combustión puede encarecer los alimentos, y una producción de materias primas sin control puede favorecer la deforestación. Es necesario que la producción esté controlada para evitar estos problemas. Por último, están pendientes de confirmar las posibles emisiones de contaminantes orgánicos como el benceno o ciertos aldehídos.